lunes, 20 de diciembre de 2010

"Ahogamiento" en agua bendita

Hoy inauguramos un nuevo (¿nueva?) feature (en castellano "caracteristica") en el blog. Durante un tiempo, lo que probablemente se traducirá en "mientras notemos un mínimo de interes y tengamos unas ciertas ganas", vamos a ir viendo una por una las cartas de Papado: la maquiavelada.

Y como ya he escrito un párrafo introduciendo esto y voy por la mitad del segundo, empecemos por una básica, simple, representativa y sin demasiada historia subyacente: el "ahogamiento" en agua bendita.

¿Qué decir? Es una carta de diplomacia (diplomacia terminal, claro) utilizable para eliminar de nuestro camino hacia las altas jerarquías a competidores de nuestro mismo nivel. No es la forma mas sutil, ni mas potente de cometer un asesinato, pero es relativamente sencilla de ejecutar y no precisa materiales especialmente raros.

Bueno, dependiendo de la época, porque a lo largo de la historia de la cristiandad hemos pasado de bautizar en un río (ese Juan el Bautista, plagiando a los bañistas del Ganges), a una piscina, a una pila donde cabe un hombre entero, luego un niño recién nacido (insertad aquí vuestro comentario favorito sobre el bautismo infantil)... hasta que finalmente nos hemos visto reducidos a unas pilas bautismales tan ridículas que sólo caben los dedos

Como las pilas pequeñas vienen muy bien impedir la muerte de los fieles (que ahora son escasos), pero son terribles cuando estás peleando a muerte con un demonio dentro de la iglesia, asumimos que han sido instaladas por detractores de esa carismática organización que solía ser llamada la Santa Inquisición. Siendo así, es posible que nuestro ya no tan nuevo Papa decida volver a los modelos antiguos cuando tenga un rato libre.

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