lunes, 21 de marzo de 2011

Portazo

Hablemos de puertas

En un nível mitológico, la puerta es una figura recurrente con un buen puñado de simbologías asocidas. En el cristianismo baste mencionar las perladas puertas del Cielo y sus contrapartidas de mas abajo frente a las cuales los nuevos inquilinos deben abandonar toda esperanza.

Tanta majestuosidad tiene equivalentes terrenales, con gran cantidad de puertas que son realmente impresionantes[1][2]. Sin embargo en la civilización occidental tuvimos una idea que encaja fácilmente entre los peores diseños de ingeniería de la historia de la humanidad. Las puertas abatibles que nos impiden ver qué hay al otro lado. Una fuente infinita de accidentes. O algo que parezca un accidente.

La puerta es ubicua. Desde el sacerdote más humilde hasta el cardenal más pomposo pueden ser espachurrados por una. Aunque por supuesto sería de mal gusto emplear la lujosa doble puerta de una catedral para aplastar a un pobre sacerdote (salvo que pasase por allí de casualidad), e igualmente ya sería raro que todo un señor cardenal se acercase a varios metros de la apolillada puerta trasera de una sacristía de pueblo. Hasta para los portazos hay clases.

Incidentalmente, cuando estábamos maquetando esta carta nos dimos cuenta de algo que habíamos hecho sin darnos cuenta: a menor puntuación de ataque de una carta, más bestias son los dibujos que las acompañan.


  1. ^ La Puerta de Istar, en Wikipedia.
  2. ^ Itsukushima, en Wikipedia.

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